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El escritor Don Antonio Burgos menciona a El Cronómetro en el ABC de Sevilla

  • December 03,2021
  • Lydia Morales

La Inglaterra interior de Sevilla. No hay club inglés más británico que la sala de lectura del Labradores con su silencio de gutapercha verde.

Sevilla lleva una Inglaterra por dentro. Hay que saber verla. Sin necesidad de entender inglés, como el que en el Instituto Británico de la calle Federico Rubio me enseñó una gran señora, como el título de una cervantina novela ejemplar: española inglesa. O viceversa. Era la delicada Missis Friend, madre del cirujano Rafael Baquerizo Friend. La que, con los rudimentos del inglés, me transmitió su amor por la cultura y el refinamiento británicos. En esta Sevilla más universal de lo que algunos quieren y menos de los que otros desearían, la Inglaterra interior está hoy más patente que antaño las influencias de Génova. Es como si el Marqués de Tarifa siguiera de viaje y hubiese pasado por el Reino Unido para traernos lo mejor de aquella cultura. Si lo dudáis, entrad en un trozo de Bond Street que hay en la calle Sierpes. No tiene pérdida: está en su puerta el Carpe Diem de los relojes repetidos que le dicen a Sevilla que aproveche la hora que es, la que nos ha tocado vivir, no las grandezas del pasado ni los sueños del futuro. Se trata de El Cronómetro . No hay en todo Bond Street, y me la he pateado de arriba abajo buscándola, una relojería más inglesa. Ni en todo el comercio londinense hay un caballero de los mostradores más británico que el maestro relojero don Enrique Sanchís. Como no hay club inglés más británico que la sala de lectura del Círculo de Labradores con su silencio de gutapercha verde. Id luego a los alrededores del Salvador: Cuesta del Rosario, Blanca de los Ríos, Francos. Entrad en las refinadísimas tiendas de ropa de niños chicos. Comparadlas con las que hay en la calle Rioja. En Rioja está América, está Europa: esos niños vestidos los pobres desde chiquetitos con chándal parcelero color malva y zapatos deportivos. En las tiendas de niños del Salvador hay una Inglaterra de mantillas de lana, punto de avispero, hilo, lazos de seda, bordados, jaretas, bodoques. No hay en todo Londres ropa infantil más inglesa que la que visten esos niños de Sevilla a los que sus madres llevan de bien que llaman la atención a los turistas. Me he encontrado con esta muñeca rusa de la Inglaterra interior de Sevilla al abrir la cédula de convite para la presentación, mañana, de la nueva edición de las «Cartas de España» de Blanco White que ha realizado el profesor Antonio Garnica. Más Inglaterra sevillana. Garnica es de ese Oxford interior que hay en la Universidad, al que pertenecen los profesores Cortines, Romero de Solís, García Baquero, González Troyano, Díaz Recasens, Pérez Escolano. O de esa prensa inglesa de aquí que escriben Iwasaki, Colón o Gómez Marín. Es lástima que no presenten el libro de Blanco White en la casa del Cardenal Wiseman de la calle Fabiola . Hubiera sido el sitio, inglés por los cuatro costados, frontero con el Reino Unido del Instituto Británico. Si hoy conocemos y valoramos a Blanco White, si ha llegado a convertirse en el topicazo de los moros villalonescos que no se quisieron ir y de los cristianos cernudianos que no tuvieron más remedio que irse, es gracias a Garnica. Desde sus sevillanísimas notas a la edición de las «Cartas» por Vicente Llorens en Alianza Editorial a la publicación de la Autobiografía, Garnica sacó a Blanco White de los Heterodoxos Españoles de la calle Menéndez Pelayo y lo apuntó en los Ortodoxos Sevillanos de la calle… Iba de decir de la Verdad. Pero esa calle nos falta en Sevilla. ¿Por qué será? No tenemos un Campo de la Verdad como Córdoba, una Plaza de la Cruz de la Verdad como Cádiz. El Cádiz donde, río abajo, Blanco White encontró la libertad que le había sido negada por los absolutistas del «vivan las caenas» que se olvidaron de la muchísima y liberal Inglaterra que Sevilla lleva dentro. Como el enigmático taxi de Londres que en su parada del Hotel Inglaterra parece esperar a Pepe el Escocés para llevarlo otra vez a la Feria del Prado.

Id luego a los alrededores del Salvador: Cuesta del Rosario, Blanca de los Ríos, Francos. Entrad en las refinadísimas tiendas de ropa de niños chicos. Comparadlas con las que hay en la calle Rioja. En Rioja está América, está Europa: esos niños vestidos los pobres desde chiquetitos con chándal parcelero color malva y zapatos deportivos. En las tiendas de niños del Salvador hay una Inglaterra de mantillas de lana, punto de avispero, hilo, lazos de seda, bordados, jaretas, bodoques. No hay en todo Londres ropa infantil más inglesa que la que visten esos niños de Sevilla a los que sus madres llevan de bien que llaman la atención a los turistas.

Me he encontrado con esta muñeca rusa de la Inglaterra interior de Sevilla al abrir la cédula de convite para la presentación, mañana, de la nueva edición de las «Cartas de España» de Blanco White que ha realizado el profesor Antonio Garnica. Más Inglaterra sevillana. Garnica es de ese Oxford interior que hay en la Universidad, al que pertenecen los profesores Cortines, Romero de Solís, García Baquero, González Troyano, Díaz Recasens, Pérez Escolano. O de esa prensa inglesa de aquí que escriben Iwasaki, Colón o Gómez Marín. Es lástima que no presenten el libro de Blanco White en la casa del Cardenal Wiseman de la calle Fabiola . Hubiera sido el sitio, inglés por los cuatro costados, frontero con el Reino Unido del Instituto Británico.

Si hoy conocemos y valoramos a Blanco White, si ha llegado a convertirse en el topicazo de los moros villalonescos que no se quisieron ir y de los cristianos cernudianos que no tuvieron más remedio que irse, es gracias a Garnica. Desde sus sevillanísimas notas a la edición de las «Cartas» por Vicente Llorens en Alianza Editorial a la publicación de la Autobiografía, Garnica sacó a Blanco White de los Heterodoxos Españoles de la calle Menéndez Pelayo y lo apuntó en los Ortodoxos Sevillanos de la calle… Iba de decir de la Verdad. Pero esa calle nos falta en Sevilla. ¿Por qué será? No tenemos un Campo de la Verdad como Córdoba, una Plaza de la Cruz de la Verdad como Cádiz. El Cádiz donde, río abajo, Blanco White encontró la libertad que le había sido negada por los absolutistas del «vivan las caenas» que se olvidaron de la muchísima y liberal Inglaterra que Sevilla lleva dentro. Como el enigmático taxi de Londres que en su parada del Hotel Inglaterra parece esperar a Pepe el Escocés para llevarlo otra vez a la Feria del Prado.

Vía: ABC de Sevilla

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